Dos pájaros de un tiro
Forcejée con ella en la nieve mientras la miraba con terror. Ella me gritaba y sacudía la cabeza para apartar los mechones de pelo que la entorpecían la vista. La locura y la desesperación se habían apoderado completamente de ella.-¡Dejame matarte! ¡Dejame! ¡Dejame! ¡Quiero volver a casa!-Gritaba.
Seguí haciendo fuerza hasta que el cuchillo se deslizó, rozando mi brazo y rasgando mi ropa. Un hilo de sangre se formó en mi brazo y poco a poco comenzó a correr por él.
Busqué el hacha con los ojos cerrados mientras la chica del once volvía a arrodillarse ante mi para intentar clavármelo, esta vez en el estómago. Inconscientemente, la propiné una patada que la dio en la nariz, y por el ruido, no dudé en que se la había roto. Me arrastré hacía atrás, y busqué el hacha con la mirada. La encontré y fui hasta ella. Cuando me giré, volví a ver a Spike, demasiado cerca como para reaccionar. Me dio un puñetazo en la mandíbula y caí hacia atrás de nuevo. Rodé por el suelo, ignorando las partes de mi cuerpo que se estaban congelando por culpa de la nieve. Moví mis brazos con el hacha en las manos para evitar que la chica se acercase. No se movió. Me levanté bastante rápido y pase mis frías manos por mis labios, para limpiarme la sangre que manaban de ellos.
-¿Quieres relajarte de una maldita vez?-La espeté.-¡No voy a dejar que me mates! ¡No! ¡Yo también quiero volver!, ¿me entiendes?
Entonces se arrodilló en el suelo, y se abrazó a si misma llorando. La recordé el primer día, en el aerodeslizador, antes de que nos bajasen en la arena. Estaba justo en frente de mí, llorando. La miré detenidamente, y luego pasé la mirada a mis manos sujetando el hacha y probando su peso. Sonreí debilmente. Yo también quería volver a casa...
-¡Cuidado!
Era una voz de un chico. No tuve tiempo a reconocer de quién ya que instintibamente me tumbe en el suelo. Miré hacia atrás, solo viendo una sombra. Luego miré hacia la chica de nuevo, que aún arrodillada, acababa de lanzar su cuchillo. Volví a mirar hacia atrás y vi al chico del Distrito 12. Miré al frente, y sin pensarlo mucho solté el brazo hacia el estómago de la chica. No sonó el cañón, pero fui a donde estaba el chico, hiperventilando. Me hizo acordarme de la muerte de Cliff.
El cuchillo se había clavado en el pecho, y seguramente había dañado sus pulmones. Le acaricié el pelo y recordé que fue el único que me había deseado suerte en mi entrenamiento. Ahora parecía más pequeño de lo que pensaba. Tendría unos quince, tal vez dieciséis...
-No debiste hacerlo...-Le dije sollozando.
-No... yo no iba a ganar...
Sonó el cañón de la chica cuando el seguía hablando.
-Lo siento...
Sonrío e intentó decir algo más, pero el cañón le calló, y sus palabras se quedaron en él para siempre.
-Lo siento...-Volví a repetir.