6/27/2014

Johanna: Capítulo 34

Cambios



Blight me dejó sola, con un par de avox, en una especie de comedor. Me habían traído un cuenco de caldo anaranjado y compota de manzana. No era un gran banquete para alguien que acababa de salir de los Juegos, pero por increíble que parezca, no conseguí acabarlo. Tras la comida, los avox me llevaron con mi estilista, Vibia y sus preparadores especiales, Petra, Lucius y Silva. Al principio solo parloteaban sobre lo contentos que están de volver a verme, pero tras los saludos comenzaron a hablar sobre los Juegos. Recoerdé las palabras que Blight me dijo, aunque en aquel momento parecían haber sido sacadas de un sueño.
<<Ahora eres Johanna Mason, ganadora de los Juegos del Hambre. Eres salvaje, cruel, y no te importa nada. Mira a todos con la cabeza bien alta. A todos. Haz que piensen que estabas actuando. Ahora eres fuerte. Actúa como si fueses la persona más importante del mundo. Hazlo, o lo que te ha pasado en los Juegos no será lo peor.>>
Decidí no hablar mientras me desnudaban y me metían en una bañera llena de agua azul verdosa. Vibia me hablaba sobre el fantástico vestido que me había preparado, y que, tras los Juegos, le parecía una gran elección. Petra le daba forma a mis uñas y le sacaba la tierra, mientras susurraba que los arañazos y las heridas de mis manos podían ser tratados con una crema especial que ella poseía, y además, me guiñaba un ojo. Lucius hundía sus desdos en mi pelo e intentaba quitar los nudos, masájeandome la cabeza y dándo varias capas de champú, marscarilla, y cosas que no llegaba a entender... Por último, Silva, me había puesto un ungüento por todo el cuerpo que me dejaba la piel blanca como la nieve. Una vez termindado, me sacaron de la bañera y me visiteron con una fina túnica de color dorado. Lucius seguía encargandose de mi pelo, mientras Petra pintaba mis uñas de diferentes colores en tonos rojizos y Silva me depilaba y me maquillaba. Hoy iba a ser la entrevista. Según había oído, había estado durmiendo unos cuatro o cinco días. A veces me despertaba durante unos escasos segundos y después volvía a cerrar los ojos durante horas. Habían aprovechado para operarme. Al principio no sabía de qué, porque cuando había salido de los Juegos, yo no me había sentido tan mal como para esperar una operación, hasta que Vibia dijo por lo que era. La belleza, como no. Obviamente, el Capitolio no podía permitir que la vencedora de unos Juegos del Hambre saliese delgaducha, con la cara huesuda y los huesos marcados, y no podían esperar a que me alimentase y engoradase. A mis estilistas les había sorprendido lo poco habladora que estaba, y lo único que hize hacia aquel comentario fue alzar la barbilla y mirarles con una sonrisa torcida. Seguí pensando en las palabras de Blight, en como actuar, y que, si Vibia y mis preparadores no se creían una de mis actuaciones, ¿Cómo se lo iba a creer toda Panem? ¿Y el Presidente Snow, se lo creería? Así que esperé al comentario indicado, cuando hablaban de la Gran Final de los Juegos.
-Sinceramente, Johanna, tengo que decir que ¡Se me salió el corazón cuando me enteré de que solo quedabais Rubi y tu! Estaba haciendo los preparativos de una fiesta cuando oí el cañon, y ya estaban... las dos finalistas. Como decía, me sincero contigo y admito que creí que ibas a perder.-Había dicho Silva.
Perder, y no morir. Perder parecía una palabra tan dulce en comparación a la realidad...
-Entonces tengo que suponer que no conoces a la verdadera Johanna Mason, porque yo nunca pierdo.
Esbozé una sonrisa, una de las que Leonnora me había dedicado en los entrenamientos. Silva intentó llenarme de halagos, y el resto la imitaron. Una vez acabaron, Vibia me condujo a una habitación para ver mi vestido para la entrevista con Caesar. Caminé con la cabeza bien alta, mirando al frente, e ignorando a las personas que se quedaban observándome en las esquinas. Lo que veían era una Johanna fría y... ¿cruel? Pero no era yo para nada. Y quizá fuese mejor. Quizá lo mejor era actuar y que no me conociesen tal y como era. Hacerles pensar que todo fue una farsa.
Llegamos a la habitación. Blight y Minerva estaban fuera, y me sorprendió, pero no les dediqué ni una mirada. Pase al lado de ellos sin saludar, y caminando como una verdadera vencedora. Recordé a Cashmere, una vencedora del Distrito 1 que había ganado años y atrás. Su forma de caminar, sus poses... todos la adoraban. Escuché a Minerva quejarse, y pude sentir como Blight esbozaba una sonrisa y me susurraba <<¡Buen trabajo!>>
Vibia abrió la puerta. Dudé un momento, pero pasé antes que ella, justo cuando había movido un pie para entrar. No dijo nada y me siguió. El vestido, era espectacular, pero para nada transmitía la imagen de como era yo. Era largo, de tirantes. Parecía que estuviese hecho de hojas transportadas del mismísimo Distrito 7. Aunque no tocases el vestido, podías sentir el tacto de las hojas y su forma. Las hojas del pecho, comenzaban con un tono verde oscuro, mientras bajabas la vista, iban cambiando a un tono verde claro, luego a uno amarillo por donde la cintura, y desde el muslo hasta las rodillas cambiaban a un tono marrón. Lo que me sorprendió, no fuese eso, sino, que a partir de las rodillas hasta los pies, las hojas parecían que se transformaban a un líquido de color rojo, algunas de las hojas más bajas se manchaban con el. Parecía sangre. La vencedora del Distrito 7 se había convertido en una asesina. Digno de ella.
Me obligué a sonreir.

6/25/2014

Johanna: Capítuo 33

Despertar



Abrí los ojos, despacio. Sólo vi oscuridad. Los cerré. Me dolía todo el cuerpo, y la cabeza me daba vueltas. ¿Dónde estaba? Volví a abrir los ojos, y al fin pude lograr ver algo. Un cielo azul grisáceo se cernía sobre mí. ¿Dónde estaba? Me costaba respirar y moverme no me parecía una buena idea. Cerré los ojos de nuevo y esperé unos segundos para abrirlos. No, no era el cielo lo que veía. Era un techo. El techo de mi habitación, en el Distrito 7. Sonreí, y eso me causó una punzada de dolor en las mejillas. Oí un ruido. Un cristal rompiendose y luego pasos.
-Voy a matarte Mason, voy a matarte...
El cabello rubio de Rubi apareció por la puerta. Vestía de negro, y tenía heridas por toda la cara, y una muy profunda en el cuello. Aún llevaba su lanza.
-Atrápala...
Una mano fuerte y cálida presionó mi cuello. De repente puede oler un olor familiar. Dejé de respirar. Alzé la vista para ver a Cliff, y paseé la mirada de el a Rubi, aterrorizada. La chica del 1 se disponía a lanzar su arma. Cliff comenzó a contar una cuenta atrás desde el número cinco. Cuando llego al cero, Rubi lanzó el arma hacia mí. Grité.


Abrí los ojos y tosí un poco, no demasiado fuerte ya que el dolor de mi garganta era insoportable. Mi campo de visión seguía sin ser completo. Vi personas vestidas de blanco, ninguna cara conocida. Intenté hablar, pero mis labios se movieron sin producir sonido.
-Aún no estás preparada.-Fue una voz femenina la que habló. Era suave, y transmitía confianza aunque tenía un acento típico del Capitolio. Sentí un leve pinchazo indoloro en el interior del codo, e instantáneamente se me cerraron los ojos.


Volví a abrir los ojos. Me costó acostumbrarme a la luz de la habitación. Ya no sentía dolor en el cuerpo. Miré a mi alrededor. Tenía unos cables conectdos a mis venas. No pude evitar hacer una mueca. Me levanté de la cama y posé mis pies en el frío suelo. Estaba medio desnuda, tan sólo con una fina túnica blanca que me cubria desde los hombros hasta algo más arriba de las rodillas. Observé detenidamente la habitación blanca, vacía, silenciosa... Ya no estaba en los Juegos. Era la ganadora.
Era la primera vez que lo pensaba desde que había salido de la arena. Una puerta se abrió. Blight, mi mentor, apareció. Vestía con un traje beige, y una barba de pocos días le cubría el rostro.
-Hola...-Susurró.- Tengo que reconocer, que tu victoria me ha sorprendido...
Asentí. Las palabras no salían de mi boca por más que lo intentase.
-Tus estilistas están deseando verte. Tienen un traje muy adecuado para ti. Deberías de verte al espejo, estás irreconocible. Has cambiado mucho desde que te vi por una pantalla.
Alargué mis brazos y miré mis manos, esperando encontrar los dedos flacuchos que había visto días atrás. Pero ya no eran tan delgados como en los Juegos, ahora estaban normales, como cuando cortaba troncos en mi Distrito. Ya no había arañazos, ni sangre entre mis dedos, se habían curado las heridas...
-¿Puedo verme en un espejo?
Blight asintió y se acercó a la pared que estaba en frente de mi. La toco con la palma de la mano, y esta giró por paneles, convirtiendose en un espejo. Me vi. Parecía una chica normal y corriente, como si nunca hubiese asistido a esa carnicería.
-No parece que haya cambiado mucho...
La pared volvió a girar, y los espejos desaparecieron.
-No dirás lo mismo cuando Caesar te muestre las escenas de los Juegos en las que tu apareces.
Lo había olvidado. En la entrevista, tendría que volver a revivir mis Juegos. Blight me tendió una mano y yo se la di. Me ayudó a ponerme de pie y a mantener el equilibrio.
-Ahora te llevaré con tus estilistas, pero antes, tengo que hablar contigo de una cosa muy importante que probablemente cambie tu vida al completo.
-¿El que?-Mi voz era áspera, y parecía un susurro.
-¿Recuerdas que para el Capitolio eras la niña que lloraba? Esa niña murió. Ahora eres Johanna Mason, ganadora de los Juegos del Hambre. Eres salvaje, cruel, y no te importa nada. Mira a todos con la cabea bien alta. A todos. Haz que piensen que estabas actuando.
-Pero yo no soy así...
-¡Me da igual! Haz que lo piensen. Nadie te creerá si sigues siendo una debilucha. Ahora eres fuerte. Actúa como si fueses la persona más importante del mundo. Hazlo, o lo que te ha pasado en los Juegos no será lo peor.
Tragué saliva y asentí inconscientemente. No sabía de lo que Blight hablaba, pero me daba miedo.

6/23/2014

Johanna: Capítulo 32

La Final



-Vaya, vaya, vaya... -Soltó una carcajada melódica que se elevó por encima del ruidoso vendabal.- ¿Quién me iba a decir a mi que tu y yo llegaríamos a la final? En serio, nunca creí que la llorica del siete llegase hasta aquí. Me has sorprendido, enhorbuena...
Rubi se dedicó a dar pequeños pasos hacia la derecha que después retrocedía para darlos a la izquierda, continuamente, jugando con una lanza y dándola vueltas entre sus manos. No sabía porque se detenía tanto tiempo hablando bajo la lluvia, cuando yo lo úncio que quería era que todo acabase ya. Quizá esperaba a que el temporal amainase, pero eso, no iba a suceder. Una tormenta le daba más emoción a la batalla.
Rubi se quedo callada mirándome fijamente. Aparte los mechones húmedos que hacían que el pelo se me pegase a la frente y a las mejillas sin desvíar la mirada. No podía confíarme lo más mínimo. Moví lentamente los brazos, calculando el peso de mi hacha y esperé quieta a la primera señal. Ahora mismo, todo Panem debía de estar mirando las pantallas de sus respectivas televisiones.
-Bueno, ya me he cansado de esperar por una respuesta... -Lanzó su lanza por encima de su cabeza para luego cojerla con la mano derecha y clavarla en el suelo. Caminó hacía a mi arrastrando la lanza por el extremo donde no estaba la afilada hoja. Me preguntaba por qué no la lanzaba.
Empuñé con fuerza la hacha. La hoja, tenía veneno, por lo que si lograba hacer un corte limpio, tal vez eso podría facilitarme las cosas.
No tardo ni quince segundos en estar a unos escasos metros, cuando rápidamente, Rubi cojió la lanza con ambas manos y me propinó un golpe con el extremo opuesto al filo. Me pilló desprevenida por lo que acabé en el suelo con el hacha pegada a mi cuerpo. Rodé para intentar levantarme, pero la chica del 1 puso una de sus rodillas en mi espalda e hizo prsión, tumbándome de nuevo. Se sentó encima con tranquilidad.
-Que rápido me vas a dejar terminar esto...
Con una fuerza que ni yo misma pensé que tenía la tiré a un lado clavándola uno de mis codos en las costillas. La miré a la cara, tenía una expresión de dolor. Se levantó tirando la lanza en el suelo y sacó un cuchillo mientras corría hacia mi. Saltó a mi cuerpo y enredó sus piernas en mi cintura. Rasgo una de mis mejillas pero no sentí dolor a causa de la adrenalina. La tiré al suelo con un empujón y aprovechó para clavarme el cucuillo en el muslo. Un grito desgarrador salio de mi garganta mientras Rubi lo hundía más y más en mi piel, desgarrando el músculo y girando el cuchillo. Agité los brazos con el hacha en mano, intentando darla, pero el dolor hacía que perdiese parte del campo de visión, y la lluvia no ayudaba. Llevé mi mano izquierda donde estaba el cuchillo, y palpé la empuñadura. No podía sacarlo. Pero andar hacía que el dolor me consumiese.
Miré a mi contincante, había ido a buscar de nuevo su lanza. Me acerqué a ella, cojenado, con una mano en el muslo y con la otra sujetando el hacha. Rubi hizo un movimiento brusco, y la hoja de la lanza paso a pocos centímetros de mi rostro. Volvió a intentar el mismo movimiento y lo esquivé moviendome hacia la izquierda. Rubi giró la lanza, de modo que quedo con la parte sin hoja.
Me sentía mareada y el mundo me daba vueltas. Estaba perdiendo mucha sangre a causa de la herida en el muslo. Rubi me dio en la nariz con la lanza y luego ot´ro gran golpe en el vientre que me hizo caer de espaldas de nuevo. Intenté levantarme. La boca me sabía a sangre. La chica del uno puso un pie en mi pecho y el filo de la lanza en mi cuello. Lo hundió un poco.
-Tranquila, le dare el pésame a tu fa...
No pudo terminar la frase. Un grito de dolor interrumpió su ultima palabra mientras caía sobre mi. La aparté y rodé un poco mientras ella seguía chillando. Había movido mi brazo con el hacha, para intentar darla un golpe en la pierna, pero había acabado dándole en el tobillo, y ahora, el pie de la chica estaba separado de su cuerpo. La pierna de la chica manaba sangre. Si sobrevivía, la pondrían un pie ortopédico. Quizá una pierna. El veneno causaba efecto rápido y su pierna comenzaba a pudrirse y su piel se tornaba de un color blanco perla a uno negro putrefacto.
A pesar del dolor que debía de snetir, no dudó en volver a ponerse al ataque. Buscó su lanza aún entre sollozos mientras de sus ojos caían lágrimas. Al fin y al cabo, las dos érmaos más o menos de laa misma edad, y las dos, sentíamos lo mismo. Intentó volver a darme otro golpe con ella, esta vez con la parte puntiaguda. Alzé el hacha y dejé que cayese con fuerza sobre la lanza, partiendola en dos. Di unos pasos hacia atrás. No quería hacerlo... pero si quería volver a casa.... Volví a levantar el hacha por encima de mi cabeza, tal y como lo hacía Wood en los entrenamientos, cerré los ojos.
-¡No! -Era la voz de Rubi. La escuché intentando arrastrarse por el suelo y un grito de dolor. Entonces la lancé y los gritos cesaron. Un segundo... Dos segundos... Tres... El cañón sonó.
-Damas y Caballeros, me llena de orgullo presentarle a la nueva vencedora de los 71º Juegos del Hambre, Johanna Mason, tributo femenino del Distrito 7.
Ganadora, si... eso era... Dos aerodeslizadores aparecieron en el cielo que de repente había dejado de soltar agua, aunque seguía haciendo el mismo viento.
Miré mi muslo que seguía perdiendo sangre, y volví a tocar la empuñadura. Cerré mi mao alrededor de ella para intentar sacarla, pero al primer movimiento me desmayé si poder aguantar el dolor...
Entonces soñé...
















Espero que os haya gustado la última batalla de Johanna en sus Juegos, pero aún no ha terminado la historia. Ahora que es verano, seguramente suba capítulos más de vez en cuando, así que, seguid leyendo, y espero que os siga gustando igual o incluso más. :)

6/14/2014

Johanna: Capítulo 31

Preparación para la final



Respiré hondo intentando tranquilizarme. Era un milagro que siguiese con vida. Solo quedábamos yo y... la chica del 1 o la chica del 10. Desde que Minerva Brightness sacó mi nombre de la urna el día de la cosecha, había deseado que ésto acabase ya. Y ya quedaba poco para que mi ansiado deseo se cumpliese, pero a medida que el tiempo avanzaba, sentía como el deseo desaparecía. Pero no podía pensar como una perdedora. Estaba en la final. No podía dejar que el otro tributo que quedaba, (fuese Rubi o fuese Lynn) me viese como la chica asustadiza, cobarde y mediocre que Leonnora y Grint pensaban que era. No. Empuñé mi hacha con mas fuerza, olvídando la idea de encontrar mi escondite. De todas formas, los vigilantes no iban a dejar que muriese de una forma estúpida. Querrían una lucha. Una batalla de verdad, sangrienta y cruel. Harían cualquier cosa para juntarnos, pero esperarían a las luces del alba. Intenté recordar la final del año pasado.
La arena de los 70º Juegos del Hambre había sido una bonita pradera. Al principio, todo había ocurrido como en unos Juegos comunes, hasta que tan solo quedaron unos cuantos tributos y la arena se inundó de agua literalmente. Annie Cresta, era la única treibuto del Distrito 4 que seguía con vida, y la inundación la aventajó mucho. Annie era la única que sabía nadar debido a su procedencia, y la única que no había muerto después de eso.
Hice una mueca. Ese final no había terminado con una batalla... Aunque de no haber sido así, no creo que Annie hubiese ganado los Juegos. Recuerdo cuando vino a mi Distrito, en el Tour de la Victoria. Parecía... ida. No saludaba, ni sonreía, incluso Finnick Odair-quién no se separaba de ella- tuvo que leer su discurso. Muchos la llamaron loca y se burlaron de ella. A mi, en cambio, me dio lástima.
El cielo no tardó mucho en aclararse a causa del amanecer. Lo peor, es que si hoy iba a ser la final, algo muy predecible, no sabría si tendría que enfrentarme con una profesional o no. Y eso me estaba matando.
Saqué la mitad de pan que me había sobrado de anoche. Eso, tenía que haber valido una fortuna a quién me lo hubiese regalado. Comí el pan mientras caminaba despacio, sujetando el hacha, con su hoja hacia abajo mientras rozaba la hierba. Comenzó a llover y el fuerte viento de la noche volvió agitando mi pelo negro en el aire.
-Genial... -Susurré irónicamente.
Caminé más rapido, ya que el suelo se estaba encharcando y convirtiéndose en barro y me sería más dificíl subir la pendiente. Quería encontrar comida. Bayas, fruta, carne... algo.
Oí un estruendo, y mi pie revaló con el barro de la colina haciendo que cayese. Clavé el hacha en el suelo para sostenerme. El ruido seguía. Era como un montón de rocas precipitándose contra el suelo. Y no me equivocaba. La tierra empezó a temblar bajo mi cuerpo. Tuvé que parpadear un par de veces para creermelo, pero el suelo estaba empezando a caer. La colina por la que había subido se estaba deshaciendo, y caía hacia el vacío creando un precipicio. Me impulsé con el hacha para ponerme de pie, y corrí todo lo rápido que pude hacia arriba mientras el suelo seguía cayendo justo donde había estado hace unos segundos. Miré hacia los lados. No era solo esta montaña. Todas y cada una de las que estaban a mi vista se estaban desmoronando. ¿Este iba a ser el final? ¿Sin batalla? ¿Quién aguantase más? Seguí escalando, resbalandome, levantandome, volviendo a caer y levantandome de nuevo para correr más rápido hasta que por fin llegué a la cima. Pensé que bajar sería más fácil, y justo cuando me disponía a bajar, me detuve. Un precipicio. Me giré para mirar el otro lado. La tierra había parado de caer. Caminé hasta el borde, con cuidado, por si tenía que retroceder. Otro precipicio. Estaba en una montaña llena de precipicios a gran altura, y con un río rodeandola abajo. Miré para encontrar una salida. Entonces vi una chica de pelo rubio y alborotado y mojado, a causa del fuerte viento y la lluvia. Estaba al borde de uno de los precipicios, respirando fuerte. Esta era la batalla final. Con Rubi. Genial, distrito 1, profesionales... Suspiré, y guardé la daga que tenía escondida en el cinturón en la bota. Rubi me miro justo después de guardar el cuchillo, con una mirada asesina. Tenía armas, más que yo. Se levantó apartando el pelo de la cara y sonrío de una forma que daba miedo. Estaba loca.

6/07/2014

Johanna: Capítulo 30

Gritos



Pasé la noche allí, aterrorizada. Mi idea había sido por la mañana, volver a donde había dejado mis escasas pertenencias si sobrevivía al banquete, pero no pude. Tras la lucha en la montaña y caer en el agujero, no podía respirar tranquila, por si la tributo del 1 seguía cerca, aunque en el fondo sabía que ya se habría ido. Había caído la noche y la temperatura. No recordaba tanto frío en la arena desde la noche en que nevó. Apoyé mi espalda contra la pared, haciendo que callesen pequeñas bolitas de arcilla y que al estrellarse contra el suelo se rompiesen. Abracé mis piernas para poder entrar en calor. A pesar de que no podría hacer una hoguera ya que la humedad era muy elevada, hacerla sería mi peor error. Sobre todo ahora que quedabámos tres personas.
-Tres personas... -Susurré inconscientemente. Inmediatamente me llevé las manos a la boca y alcé la vista. No había nadie. Me contuve un suspiro de alivio.
El himno de Panem hizo que abriese los ojos y que diese un pequeño salto. ¿Me había dormido? ¿Hacía cuanto? Me levanté algo mareada para poder ver en el cielo los tributos caídos. Como ya sabía, Oceana y Ethan aparecieron en el cielo.
Volví a sentarme con la espalda apoyada en la pared. Dos sentimientos opuestos luchaban dentro de mi. El sueño y el miedo. Quería dormir, lo necesitaba. Necesitaba dormir para las horas próximas que vendrían. Pero no podía. Al cerrar los ojos el miedo se apoderaba de mi. Mientras, mi estómago gruñía y mi garganta estaba seca. No comía ni bebía nada desde la mañana pero no había percibido antes la falta de alimentos y agua. Abrí la pequeña mochila del banquete esperando encontrar comida y algo de beber, pero lo único que encontre fue un bote con un líquido verdoso dentro. Veneno. ¿Para mi? Miré mi hacha. Obviamente no. Heche el líquido sobre la hoja del hacha con ciudado. Si hería a alguien con ella, debería de hacer algo.
Seguía teniendo hambre y sed. Traté de ignorar la falta pero no podía. Necesitaba beber agua. Salir fuera, a medianoche, con las dos últimas tributos por la arena no me hacía ninguna ilusión. Morir de sed tampoco me hacía ilusión. El río estaba cerca. Podía escuchar su caudal desde aquí.
<<Vamos, se valiente. Por una vez.>> -Pensé
Volví a levantarme y busqué mi hacha en la oscuridad. Salí del agujero impulsandome con los brazos y rode un poco por la colina. Me puse en pie y miré a mi alrededor. Nada. Todo estaba tranquilo. La luna iluminaba el camino un poco pero me fiaba más de mi oído y gracias a el conseguí llegar al río. Antes de beber agua me detuve un momento. ¿Estaría envenenado de nuevo? Metí la mano en la corriente del agua. Pasaron diez segundos, veinte... y algo rozo mi mano. Un pez. Sonreí. Podía beber tranquila. Me dispuse a volver, y me entró miedo. No había pensado en como regresar a mi escondite... Un paracaídas chocó contra mi mejilla y cayó al suelo. Lo recogí. Había algo envuelto en una tela. Pan. Era pan del distrito cuatro. Lo reconocí por las algas, ningún distrito hacía pan con algas marinas.
-Gracias...
Lo partí a la mitad, y me lleve una mitad a la boca. Pensé en Cliff. Si hubiese seguido estando con vida, ¿me hubiese matado como Rubi a Oceana? Honestamente, no creía eso. Aunque de primeras hubiese parecido un chico misterioso y que me iba a clavar un cuchillo a la espalda según me diese la vuelta, poco a poco comenzé a confíar en él. El que me salvó de morir de hambre nada más empezar, el que me salvó de Gold, de que no muriese envenenada por culpa de las serpientes mutantes.
El aire frío se convirtió en un vendabal, deshaciendo el peinado ya maltratado que mis estilistas habían hecho lo que para mi parecía hace años. Ahora mi melena había quedado suelta y los mechones de pelo azotaban mis mejillas. Un grito que sonaba demasiado cerca me heló la sangre. ¿Rubi? ¿Lynn? ¿Sólo quedabamos dos?