5/28/2014

Johanna: Capítulo 29

Corre, por lo que mas quieras, corre.


Levanté la vista hacia sus ojos, clavandola en sus pupilas azules y muy parecidas a las de mi aliado muerto. Muerto... Agarré la mochila por una de las tiras que tenía para colgarla a la espalda tan fuerte que mis nudillos se tornaron blancos. Oceana hundió un poco más el cuchillo y lo giró. Dolía mucho pero seguí con la vista fija en ella.
-¿Y bien? ¿Piensas dármela? ¿O aún crees que una llorica como tu puede ganarme?
Ladeó la cabeza levemente soltando una carcajada sarcástica, momento en el que aproveche para golpear su cara con la mochila y quitar su cuchillo de mi mano. Apunté con el hacha en dirección a Rubi, que estaba terminando de torturar a Ethan para darle el golpe final, pero estaba lejos, y no quería arriesgarme a acabar sin hacha. Me di la vuelta y corrí, porque literalmente, mi vida dependía de ello. Podía escuchar las maldiciones que ambas tributos estaban hechando contra mi.
-¡Eres una estúpida idiota! ¿Cómo la has dejado ir? Mátala, o estás muerta.-Era Rubi. La voz delicada y angelical que había utilizado en la entrevista había cambiado a una grave, hostil, de guerra.
Corrí ladera abajo, pudiendo sentir la adrenalina corriendo por mis venas, y escuchar a mi corazón bombeando la sangre tan rápido que podía oírlo.
-¡Está allí! ¡Corre, joder, corre!
-No puedo ir más rápido Rubi...
Di un salto para poder adelantarme unos metros, pero caí de rodillas y rodé por la colina. No me permití estar más de dos segundos tumbada en el suelo, pero heche una ojeada antes. La chica rubia del Distrito 1 había dejado atrás a su aliada para darme caza. Oí un cañón. Ethan. Eso quería decir que quedabamos... cuatro. Cuatro chicas. El 1, el 4, el 10, y yo.  De repente comenzó a preocuparme la chica del diez. Ya no recordaba su nombre, pero ¿y si la verdadera amenaza no eran ni Rubi ni Oceana? ¿Y si era esa menuda chica del 10?
Escuche un grito que me devolvió al mundo. Venía de detrás de mí. La curiosidad me decía que dejase de correr solo un minuto y que me girase a ver lo que pasaba, la cordura me decía que me escondiese primero, pero la suerte actúo primero y caí en una especie de pozo entre dos rocas. La caída no había sido muy alta, quizá un metro y algunos centímetros, pero podía ver perfectamente lo que pasaba fuera sin necesidad de agacharme ni de ponerme de puntillas.
Podía ver a Oceana en el suelo, y a Rubi corriendo despacio hasta detenerse segundos después.
-¡La hemos perdido! ¡Eres una estúpida! ¿Cómo pudiste dejar que se te escapase? -Estaba histérica, y gritaba de furia.
-Ayudame, creo que me he torcido el tobillo...
-Inútil... ¿Y quieres que te ayude por... no haber hecho nada?
Se acerco a ella y la dio una patada en las costillas. Ella dejo escapar un grito y la miro con rabia.
-Rubi... creí que eramos...
-¿El que? ¿Amigas? -La chica del uno se río- Vuelve a la vida real, son los Juegos...-Se agachó y la apartó el pelo de la cara. Se podría decir que estaba sonríendo pero mi vista no era tan buena como para verlo. Sacó de la manga de su abrigo un cuchillo y se clavo la punta en un dedo levemente.
-Rubi... ¿no irás a...?
-Querida, ya no sirves para nada... y me has defraudado. Te dije que la matases, o tu acabarías muerta en su luegar.-La agarró del pelo tiradola hacia ella- Voy a ganar los Juegos. Tranquila, cuidare bien todas nuestras municiones, y acabaré tu trabajo...
-Rubi, por favor...
-Es tarde.
Me agaché, y unos momentos después escuché el cañón.
-Voy a ganar...
Mis oídos percibieron el susurro de la chica del 1, y sus pasos rápidos en su dirección. Contuve la respiración y conté segundos. A los siete segundos Rubi paso por encima del agujero sin darse cuenta de que yo estaba bajo sus pies.





5/17/2014

Johanna: Capítulo 28

Banquete



Mentiría si dijese que mi noche fue tranquila. Me costó dejar que el sueño me envolviese en sus brazos, y cuando lo hacía, no tardaba en abrir los ojos. Despertaba sudando y gritando a causa de una pesadilla, y con los brazos llenos de cortes y espinas. Pude contar al menos siete veces en las que había despertado, y asegurar un par más que ya no recordaba. Al final, me levante cuando el sol despuntaba entre las montañas. Desayune algunas sobras de pescado que habían quedado de la noche anterior. Apilé las pocas pertenencias bajo el arbusto de espinas, y emprendí mi camino tan solo con mi hacha, ya que si tenía que hechar a correr sería fácil escapar sin peso. Miré mis temblorosas y delgadas manos llenas de marcas y sangre seca. Nunca había estado gorda, pero podía ver perfectamente los huesos de mis dedos sin ningún rastro de grasa alrededor de ellos.
Llegué a la zona del banquete en más o menos cuarenta minutos, y me escondí en una ladera. Era un sitio con vegetación inexistente por lo que esconderse era dificíl. La Cornucopia ya estaba vacía de objetos. Tan solo quedaba algún que otro saco o mochilas sin nada dentro. Ningún arma. Nada de comida ni de agua.
El Vigilante no había dicho la hora a la que comenzaba el banquete, por lo que durante las dos horas y media que esperé, me dediqué a observar en todas las direcciones y memorizar técnicas de ataque efectivas en diferentes casos. Lo que me distrajo, fue un temblor de tierra bastante fuerte, dejando un pozo pequeño a unos metros de la Cornuopia. "Todo lo que necesitéis está ahí" Las palabras del Vigilante Jefe retumbaban en mi cabeza. ¿Qué necesitaba, a parte de todo?
No pensé mucho más después de ver a un chico corriendo rápidamente hacia la mochila. Me levanté con ímpetu, rozando mi rodilla bruscamente contra una piedra. Obligué a mis piernas a ir más rápido. Eramos cinco y solo había una cosa sobre la mesa. Miré mis pies sin ir lo suficientemente rápido y luego a Ethan, hinchando las mejiilas por el esfuerzo. Entonces me di cuenta de que podía conseguirlo. Rubi y Oceana iban tras de el, y no paso mucho tiempo hasta que Rubi se tiro sobre el cojiendo uno de sus tobillos y sentandose sobre el a horcajadas. Ethan gritaba pero yo preferí desvíar la vista a la mochila. Y llegué. La cojí en mis manos hasta que sentí un dolor agudo en mi mano y sangre brotar de una herida algo profunda.
-¡Suéltala 7! Es nuestra.
Ver a Oceana con el cuchillo hundido en mi mano me producio arcadas, y me recordó a Cliff.