Aliados
Cierro los ojos tan fuerte que en la negrura veo estrellas parpadeantes. El suelo está frío. Mi corazón late desbocado y podría jurar que los profesionales también lo pueden oír. Estoy hambrienta, pero ahora ya no hago caso a los ruidos de mi vacío estómago.-¿Qué haces en el suelo?- Reconozco la voz, es el chico misterioso del Distrito 4.- ¡Vamos! ¡Levántante! - Rugió.-No tengo todo el día.
Abrí los ojos, con miedo de encontrarme con una espada a punto de cortarme la nariz, pero lo único que vi fue a Cliff, con las piernas un poco separadas y los brazos cruzados. Tenía un corte que le cubría desde la comisura izquierda del labio hasta su ojo izquierdo. Tenía expresión enfadada y en sus brazos había sangre.
-No puedo levantarme...
Intenté decirle. Mi voz parecía un susurro pero estoy segura de que me escuchó. Con sus brazos, agarro bruscamente mi chuvasquero y me elevo en el aire, haciendo que me pusiese de pie.
-¿Que te pasa?-Pregunto aún con la voz elevada y sin calmarse.
-No he comido nada desde que salimos del Capitolio...-Se me humedecen los ojos.- Así que matáme ya, no duraré mucho aquí.
Cliff, se quitó de su espalda una mochila negra y empezo a rebuscar. Era casi tan grande como yo, por lo que ahí dentro debía de tener varias cosas. Sacó una pequeña barra de pan y me la ofreció. No pude resistirme a decir gracias, la agarré y empecé a comerla. Cuando no tenía nada entre las manos, aún tenía hambre. El chico del cuatro se dio cuenta, y me dio una manzana.
-¿Así que no me matarás?
Sacudió la cabeza.
-No de momento. Ahora necesito aliados. Aún somos quince.
-¿No estabas con los profesionales?
-Demasiado arrogantes para mi gusto... Ayer por la noche decidí salir de su grupo. Esto, -señaló el corte de su cara- me lo hizo Grint. Al parecer no le gusto la idea de que me fuese con su comida y varias de sus armas. Les deje al otro lado de esa montaña. No sé que esperan encontrar...
Miré detenidamente las armas. Dos espadas, varios cuchillos y... mi hacha. Me acerqué a ella y la toque. Cliff la cogió y la examinó.
-Debería de ser para mí...
-¿Para ti? ¿Me tomas el pelo?-Se río-No creo que tu vayas a matar a nadie todavía. Aún así, ten...-Me paso el arma.
-No voy a matar a nadie. Todos somos inocentes.-Afirmé.-Pero me serviría de mucha ayuda.
-No me acabo de creer eso e que no matarás a nadie. Esto, es un Juego. Si no participas no ganas, es así de simple.
-Pero no quiero convertirme en una asesina.
-La única forma de salir de aquí, es siendo un asesino.-Me sonrío con pena, pero un cañonazo nos distrajo.-Uno menos. Catorce. Habrá que esperar a la noche para saber quién ha muerto.
Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Quién habría muerto? ¿Dorothy? ¿Ethan? ¿Grint? Me levanto del suelo húmedo.
-Esto está muy tranquilo. No me sorprendería que los Vigilantes hagan algo para darle más emoción.-Me atrevo a decir.
-¿Tienes refugio?-Cambia de tema. Le enseño mi plástico y se queda sorprendido. Caminamos hacia la cima de la montaña, hasta que nos encontramos algo demasiado grande para que sean tributos. Mutos. Mutos gigantes con forma de lobo y un tamaño triple al de unn caballo. Retrocedo unos pasos y empiezo a correr en dirección al río junto a Cliff.
-¡No sueltes el hacha!-Me ordena, e intento seguirle el ritmo. Los mutos de lobo no tardarán en atraparnos.
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