Corre, por lo que mas quieras, corre.
Levanté la vista hacia sus ojos, clavandola en sus pupilas azules y muy parecidas a las de mi aliado muerto. Muerto... Agarré la mochila por una de las tiras que tenía para colgarla a la espalda tan fuerte que mis nudillos se tornaron blancos. Oceana hundió un poco más el cuchillo y lo giró. Dolía mucho pero seguí con la vista fija en ella.
-¿Y bien? ¿Piensas dármela? ¿O aún crees que una llorica como tu puede ganarme?
Ladeó la cabeza levemente soltando una carcajada sarcástica, momento en el que aproveche para golpear su cara con la mochila y quitar su cuchillo de mi mano. Apunté con el hacha en dirección a Rubi, que estaba terminando de torturar a Ethan para darle el golpe final, pero estaba lejos, y no quería arriesgarme a acabar sin hacha. Me di la vuelta y corrí, porque literalmente, mi vida dependía de ello. Podía escuchar las maldiciones que ambas tributos estaban hechando contra mi.
-¡Eres una estúpida idiota! ¿Cómo la has dejado ir? Mátala, o estás muerta.-Era Rubi. La voz delicada y angelical que había utilizado en la entrevista había cambiado a una grave, hostil, de guerra.
Corrí ladera abajo, pudiendo sentir la adrenalina corriendo por mis venas, y escuchar a mi corazón bombeando la sangre tan rápido que podía oírlo.
-¡Está allí! ¡Corre, joder, corre!
-No puedo ir más rápido Rubi...
Di un salto para poder adelantarme unos metros, pero caí de rodillas y rodé por la colina. No me permití estar más de dos segundos tumbada en el suelo, pero heche una ojeada antes. La chica rubia del Distrito 1 había dejado atrás a su aliada para darme caza. Oí un cañón. Ethan. Eso quería decir que quedabamos... cuatro. Cuatro chicas. El 1, el 4, el 10, y yo. De repente comenzó a preocuparme la chica del diez. Ya no recordaba su nombre, pero ¿y si la verdadera amenaza no eran ni Rubi ni Oceana? ¿Y si era esa menuda chica del 10?
Escuche un grito que me devolvió al mundo. Venía de detrás de mí. La curiosidad me decía que dejase de correr solo un minuto y que me girase a ver lo que pasaba, la cordura me decía que me escondiese primero, pero la suerte actúo primero y caí en una especie de pozo entre dos rocas. La caída no había sido muy alta, quizá un metro y algunos centímetros, pero podía ver perfectamente lo que pasaba fuera sin necesidad de agacharme ni de ponerme de puntillas.
Podía ver a Oceana en el suelo, y a Rubi corriendo despacio hasta detenerse segundos después.
-¡La hemos perdido! ¡Eres una estúpida! ¿Cómo pudiste dejar que se te escapase? -Estaba histérica, y gritaba de furia.
-Ayudame, creo que me he torcido el tobillo...
-Inútil... ¿Y quieres que te ayude por... no haber hecho nada?
Se acerco a ella y la dio una patada en las costillas. Ella dejo escapar un grito y la miro con rabia.
-Rubi... creí que eramos...
-¿El que? ¿Amigas? -La chica del uno se río- Vuelve a la vida real, son los Juegos...-Se agachó y la apartó el pelo de la cara. Se podría decir que estaba sonríendo pero mi vista no era tan buena como para verlo. Sacó de la manga de su abrigo un cuchillo y se clavo la punta en un dedo levemente.
-Rubi... ¿no irás a...?
-Querida, ya no sirves para nada... y me has defraudado. Te dije que la matases, o tu acabarías muerta en su luegar.-La agarró del pelo tiradola hacia ella- Voy a ganar los Juegos. Tranquila, cuidare bien todas nuestras municiones, y acabaré tu trabajo...
-Rubi, por favor...
-Es tarde.
Me agaché, y unos momentos después escuché el cañón.
-Voy a ganar...
Mis oídos percibieron el susurro de la chica del 1, y sus pasos rápidos en su dirección. Contuve la respiración y conté segundos. A los siete segundos Rubi paso por encima del agujero sin darse cuenta de que yo estaba bajo sus pies.
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