Preparación para la final
Respiré hondo intentando tranquilizarme. Era un milagro que siguiese con vida. Solo quedábamos yo y... la chica del 1 o la chica del 10. Desde que Minerva Brightness sacó mi nombre de la urna el día de la cosecha, había deseado que ésto acabase ya. Y ya quedaba poco para que mi ansiado deseo se cumpliese, pero a medida que el tiempo avanzaba, sentía como el deseo desaparecía. Pero no podía pensar como una perdedora. Estaba en la final. No podía dejar que el otro tributo que quedaba, (fuese Rubi o fuese Lynn) me viese como la chica asustadiza, cobarde y mediocre que Leonnora y Grint pensaban que era. No. Empuñé mi hacha con mas fuerza, olvídando la idea de encontrar mi escondite. De todas formas, los vigilantes no iban a dejar que muriese de una forma estúpida. Querrían una lucha. Una batalla de verdad, sangrienta y cruel. Harían cualquier cosa para juntarnos, pero esperarían a las luces del alba. Intenté recordar la final del año pasado.
La arena de los 70º Juegos del Hambre había sido una bonita pradera. Al principio, todo había ocurrido como en unos Juegos comunes, hasta que tan solo quedaron unos cuantos tributos y la arena se inundó de agua literalmente. Annie Cresta, era la única treibuto del Distrito 4 que seguía con vida, y la inundación la aventajó mucho. Annie era la única que sabía nadar debido a su procedencia, y la única que no había muerto después de eso.
Hice una mueca. Ese final no había terminado con una batalla... Aunque de no haber sido así, no creo que Annie hubiese ganado los Juegos. Recuerdo cuando vino a mi Distrito, en el Tour de la Victoria. Parecía... ida. No saludaba, ni sonreía, incluso Finnick Odair-quién no se separaba de ella- tuvo que leer su discurso. Muchos la llamaron loca y se burlaron de ella. A mi, en cambio, me dio lástima.
El cielo no tardó mucho en aclararse a causa del amanecer. Lo peor, es que si hoy iba a ser la final, algo muy predecible, no sabría si tendría que enfrentarme con una profesional o no. Y eso me estaba matando.
Saqué la mitad de pan que me había sobrado de anoche. Eso, tenía que haber valido una fortuna a quién me lo hubiese regalado. Comí el pan mientras caminaba despacio, sujetando el hacha, con su hoja hacia abajo mientras rozaba la hierba. Comenzó a llover y el fuerte viento de la noche volvió agitando mi pelo negro en el aire.
-Genial... -Susurré irónicamente.
Caminé más rapido, ya que el suelo se estaba encharcando y convirtiéndose en barro y me sería más dificíl subir la pendiente. Quería encontrar comida. Bayas, fruta, carne... algo.
Oí un estruendo, y mi pie revaló con el barro de la colina haciendo que cayese. Clavé el hacha en el suelo para sostenerme. El ruido seguía. Era como un montón de rocas precipitándose contra el suelo. Y no me equivocaba. La tierra empezó a temblar bajo mi cuerpo. Tuvé que parpadear un par de veces para creermelo, pero el suelo estaba empezando a caer. La colina por la que había subido se estaba deshaciendo, y caía hacia el vacío creando un precipicio. Me impulsé con el hacha para ponerme de pie, y corrí todo lo rápido que pude hacia arriba mientras el suelo seguía cayendo justo donde había estado hace unos segundos. Miré hacia los lados. No era solo esta montaña. Todas y cada una de las que estaban a mi vista se estaban desmoronando. ¿Este iba a ser el final? ¿Sin batalla? ¿Quién aguantase más? Seguí escalando, resbalandome, levantandome, volviendo a caer y levantandome de nuevo para correr más rápido hasta que por fin llegué a la cima. Pensé que bajar sería más fácil, y justo cuando me disponía a bajar, me detuve. Un precipicio. Me giré para mirar el otro lado. La tierra había parado de caer. Caminé hasta el borde, con cuidado, por si tenía que retroceder. Otro precipicio. Estaba en una montaña llena de precipicios a gran altura, y con un río rodeandola abajo. Miré para encontrar una salida. Entonces vi una chica de pelo rubio y alborotado y mojado, a causa del fuerte viento y la lluvia. Estaba al borde de uno de los precipicios, respirando fuerte. Esta era la batalla final. Con Rubi. Genial, distrito 1, profesionales... Suspiré, y guardé la daga que tenía escondida en el cinturón en la bota. Rubi me miro justo después de guardar el cuchillo, con una mirada asesina. Tenía armas, más que yo. Se levantó apartando el pelo de la cara y sonrío de una forma que daba miedo. Estaba loca.
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