Me revolví un poco en la cama, deshaciéndome de las mantas y el edredón. No entendía nada. Tenía calor, tenía frío...
El chico sin nombre que me había pegado hace unos meses y que por sorpresa era hermano de Gardenia, me miró con sus ojos fríos y oscuros, llenos de ¿odio?, y dejó una bandeja de comida en mi regazo.
-Te dije que no tenía hambre...-Repliqué.
-¡Come!-Contestó Gardenia con fuerza en la voz.
Miré la bandeja, la cual tenía un cuenco de madera y una cuchara. El cuenco tenía una especie de caldo amarillo. Su olor me revolvía las tripas y me daba arcadas. No porque estuviese malo. Pensar en comida me daba ganas de meterme en el baño y no salir más. Cogí la cuchara solo para hacer feliz a Gardenia. Ésta se estaba enviando miradas con su hermano. Paseé la mirada entre ellos.
-¿Qué pasa?-Pregunté con curiosidad.
-Nada...-Respondió la chica mirándome durante la mitad de un segundo, luego susurró algo inteligible, y su hermano se fue. Gardenia suspiró, se toqueteó el pelo y se giró para mirarme.
-¿Dónde está mi cuchillo?-Pregunté. No me sentía seguro sin él. Tampoco me sentía seguro sin ropa, pero suponía que el cuchillo estaría con ella.
-Está con tu ropa. Tranquilo, nadie te va a matar.
"Genial, eso me da respuestas a todo."-Pensé.
Dejé la cuchara en el cuenco con el caldo. No había dado ni un sorbo, pero verdaderamente me estaban entrando nauseas.
-¿Rosie está bien?
-Come...
Puse los ojos en blanco y volví a coger la cuchara para remover el caldo. Mala idea, mala idea...
-Pero...
Gardenia me cortó.
-¿Por qué te preocupas tanto con ella cuando has sido tú quién ha estado muriéndose?
-Estoy bien.
-No decías eso ayer...-Gruñó la chica.
Volví a dejar caer la cuchara, salpicando caldo en la bandeja y en la colcha de la cama.
-Rosie está bien.-Dijo finalmente con voz queda.- Pero creo que esta vez se acabaron las visitas para vosotros dos.
Levanté la vista de la bandeja, encontrándome con sus ojos marrones.
-¿Su padre se enteró?
-Todo el Distrito se enteró. Eres el vencedor, todos están pendientes de ti. Obviamente maquillamos detalles. No dijimos nada de las escapadas de detrás de la valla... No queremos que os la carguéis más. Créeme cuando te digo que creímos que morirías.
-No veo que mucha gente se preocupase por mí...
-¡Blight! La mitad no saben ni siquiera donde estas... Vinieron tus mentores, tu madre, Rosie con un chico pelirrojo... y ya.
Sentí algo en mi interior. Algo parecido a un puñetazo en el pecho y después calor. Ardía en llamas. Había venido mi madre, pero no mi padre. Que tu hijo esté muriéndose no es algo realmente importante, claro que no.
-¿Estás bien?-Me preguntó Gardenia.
Sacudí la cabeza y aparté la bandeja de comida.
-No, no, no lo estoy.
La chica retiró la bandeja de comida y la dejó en la mesilla de noche. Luego se inclinó sobre mí y me puso una de sus manos en la frente. Tenía las manos suaves, y olía muy bien. Tenerla tan cerca de mí me ponía nervioso. Nuestras caras estaban separadas tan solo por unos cuantos centímetros. Ella me miró a los ojos, y yo la miré a ella, sin decir ni una sola palabra. Luego se separó y volvió a toquetearse el sedoso pelo castaño.
-Te pondrás bien.-Recogió la bandeja y se levantó de la cama para salir de la habitación.
Volví a quedarme completamente solo.
No me sentía bien, pero no creía que fuese por la enfermedad. El hecho de no poder ver a Rosie me consumía. Ya lo pasaba mal cuando tenía que esperar una semana por su carta, sin saber si podría verla o no. No podían quitarme a la persona que me mantenía cuerdo.
Miré con ira el jarrón de flores secas y me dieron ganas de tirarlo. Tenía ganas de romper todo lo que había en la habitación. De romper todo lo que había en la casa. Por suerte para Gardenia y su familia, y desgracia para mí, no tenía fuerzas para ello. Así que deje mi cabeza en la almohada empapada de sudor frío y cerré los ojos, esperando dormirme y la inconsciencia me dejase no pensar por un rato.
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