Hola! Bueno os dejo por aquí este capítulo que ya tenía escrito. Ahora estoy con exámenes finales, así que volveré en una semana o menos y volveré a escribir todo lo que pueda. ¡Mucha suerte para los que están de exámenes y muchas gracias por leer! ^^
Para llegar a la Aldea de los Vencedores, era necesario atravesar todo el bosque del Distrito, principal productor de madera de todo Panem. Había un camino poco señalado, lleno de hierbajos, troncos caídos, señales de peligro, y trabajadores.
Llevaba las manos metidas en los bolsillos del pantalón. La mano derecha la tenía bien cerrada en torno al mango del cuchillo.
Me sentía egoísta. Por Rosie, por Olwer, por mis amigos, por los tributos caídos, por todos... Les había arrastrado al vertedero de mi vida. No podían ser felices sin mí, no podían ser felices conmigo. Y lo peor de todos es que sin ellos, sin Rosie, no sabía seguir. Ella era la única que verdaderamente se había preocupado por mí. Ella se había sacrificado y me había estado cuidando durante todo este tiempo. La quería con todas mis fuerzas, y por eso me dolía ver como yo absorbía su vida, su energía, y si felicidad. No podía convertirla en un zombie, al igual que yo. Pero no podía enfrentarme a un minuto más de vida sin ella.
Oí un ruido, y apreté con más fuerza el cuchillo. Levanté la vista y me encontré con un chico más o menos de mi edad. Era alto y robusto, como un árbol, y estaba en medio del camino obstaculizarlo. No le di importancia, y le rodeé para seguir mi camino, pero el chico me agarró de la chaqueta con fuerza. Me aparté de el mirándole con odio y a punto de sacar mi cuchillo.
-¿Qué crees que estás haciendo?-Le espeté.
Vi a otro chico aparecerse entre la espesura de los árboles. Éste era más bajo que su compañero, pero igual de robusto. Tenía los ojos grises y me miraba fijamente. A mi izquierda apareció un tercero. A éste último si le conocía. Había compartido clases con él. No recordaba su nombre, pero estaba seguro de que empezaba por la letra "B". Llevaba el pelo negro aplastado y lleno de hojas.
No pude evitarlo. Saqué el cuchillo y les apunte con él, preparado para luchar. Y parecía que ellos deseaban una batalla también. El chico de los ojos grises me agarró los brazos por la espalda, inmovilizándome y haciendo que se me cayese el cuchillo al suelo. El chico que obstaculizaba el camino, de pelo largo y castaño, al igual que sus ojos, recogió mi cuchillo del suelo y lo miró con detenimiento.
-¿Que te pasa? ¿Te crees que todavía estas en los Juegos? Asesino...-Y acto seguido me dio un puñetazo en el estómago. Me doblé del dolor. No me esperaba para nada esto, y menos ahora.
En mi mente se mezcló el intento de supervivencia, las dudas, y el terror. ¿Y si estaba en los Juegos y no lo sabía? ¿Y si todo lo pasado había sido un sueño? ¿Y si ahora estaba solo y seguía siendo un tributo?
Me levanté cuando el chico del pelo largo volvió a acercarse a mi y le di una patada en la entrepierna que le hizo caer de rodillas. Ante la sorpresa de sus compañeros, me zafé del agarre del de los ojos grises para propinarle un fuerte codazo en la mandíbula y empujarle hacia atrás. Cogí mi cuchillo y me di la vuelta para apuntar al chico del pelo aplastado, que tenía las manos en alto en señal de paz. Sentí un golpe contra mi pierna, y medio segundo después estaba con la cara en el suelo, con el labio partido. El chico que era como un árbol me dio un puñetazo cerca del ojo que me dejó algo desorientado. Me revolví por el suelo. Lo único que veía eran estrellitas de colores parpadear en una blancura que invadía a las personas. Y luego vinieron las patadas en el estómago, en las costillas, en las piernas... Me encogí sin ganas de protegerme. No grité. No hice nada. ¿Qué podía hacer una persona contra tres sin armas? ¿Qué podía hacer una persona deprimida que no encontraba nada lo suficientemente fuerte que le hiciese seguir luchando? Aguantar. Era lo único que me quedaba. Aguantar sin rendirse.
Escuche una voz familiar. La oía lejana, y como si fuese un eco. La voz hizo que los chicos huyesen, porque el dolor amainó un poco. Vi una especie de sombra detenerse ante mi, y de repente sentí como volaba. Me estaba moviendo. Alguien me llevaba en brazos. Estaba demasiado cansado, y me daba igual todo, así que simplemente me dejé llevar por la oscuridad que se empeñaba en llevarme.
Desperté sin el cuchillo en la mesita, ni en los pantalones, ni bajo la almohada... Me desesperé buscándolo hasta que una voz verdaderamente familiar hizo que me olvidase de mis planes.
-No lo busques. No está aquí.
-¿Dónde está?-Le pregunté a mi padre. Por una extraña razón me sentí muy enfadado. ¿Mi padre me había salvado ayer? ¿Mi padre? ¿Quién ya no se preocupaba por mi? Había perdido la cuenta de los días que llevaba sin verle. Supongo que los mismos que llevaba aquí.
-Ya no lo necesitas.-Contestó.
-¡Tu no sabes nada! ¿Qué haces aquí?-Le pregunté olvidando el tema del cuchillo. Podía encontrar otros.
-No me hables así...-Me dijo con un tono que al viejo Blight le hubiese dado miedo. Al nuevo Blight, no le transmitía nada. Solo veía a un hombre mayor intentando meter miedo a su hijo, el cual había vivido experiencias mucho peores que una paliza.
-Puedo hablar como me de la gana, es mi casa, son mis normas. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?
Mi padre se acercó a mí, levantándome el dedo, intentando que me disculpase. Aún tenía la esperanza de que el inocente niño que había sido volviese y se disculpase por haberle faltado al respeto. Atrapé su brazo con una de mis manos y lo retorcí. Le atraje hacia mí, de forma que nuestras caras quedaron separadas por pocos centímetros.
-Vete...-Le susurré.-No necesito tu ayuda. Sé vivir solo perfectamente.
-Yo no diría eso habiendo visto lo que sucedió ayer
Le solté y me palpé la cara. Aún me dolía todo. Mi padre se sacudió el brazo.
-Quiero verte fuera de mi casa en dos minutos.
Él me miró. Yo le miré desafiante, y finalmente, gané. Se marchó, cerrando la puerta ruidosamente.
Intenté asimilar lo que había pasado aquel día, pero me parecía tan absurdo. Necesitaba hablar con alguien. Rosie fue la primera que me vino a la mente, pero necesitaba darla espacio para su vida. Ella no podía depender de mí. Al final, recordé a Haymitch Abernathy, último ganador del Distrito 12 y al que había conocido en el Capitolio, ofreciéndome su amistad. También me di cuenta de las ventajas de ser vencedor, como el hecho de disponer teléfonos propios, así que le llamé. Contestó justo cuando estaba a punto de colgar, con voz áspera y ruda.
-¿Qué?
-¿Haymitch? Soy Blight...
-Ah... Tú...
-Yo...-Dije.-Necesito a alguien con quien hablar...-Escuché un quejido a través de la linea.
-¿Ahora? ¿No tienes a tus amigos allí?-No contesté a su pregunta.-Entiendo. Oye estoy ocupado ahora, ¿por qué no vienes mañana? No me gusta hablar por este trasto...
-¿Ir?-Dije a punto de atragantarme.-¿Al doce?
-Claro... Vienes, te invito a unas copas, hablas, hago como que te escucho y vuelves...
-Nunca he ido a otro Distrito.
-¿Y a mi qué me cuentas? Me da igual. ¿Vienes o no?
-Sí, vale.-Dije, con una sensación extraña.
-Bien.-Dijo, y escuché como cortaba la linea.
Decidí en preparar las cosas para mañana. Estaba emocionado. ¿Cómo sería el doce? ¿Qué me diría Haymitch? ¿Me ayudaría?
Me senté en la cama y suspiré.
Tenía que preparar todo para ir al doce, pero antes tenía que hacer una cosa más importante. Algo que me costaría mucho; visitar la tumba de Cloe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ahora podeis comentar :